Expo Bohemia Porteña

jueves, 2 de julio de 2009 | |



*JUEVES 9 de JULIO a las 19:00 hrs, en la Casa Mirador Lukas(paseo Gervasoni 448, cerro Concepción), lanzamiento de la exposición "Bohemia Porteña".



- ¡No dejes de mirarme!
- Por lo que más quieras, no dejes de mirarme y toma mi mano…

El aire es tibio acá en el filo de un abismo luminoso, pero de grietas negruzcas… mi pelo cano se mece a un compás acogedor y mis arrugas perciben hasta la más pequeña partícula del espacio infinito. No logro distinguir cuándo fue que envejecí, pero aquí estoy. Lleno de historias colgando andrajosas en mis bolsillos, escurriéndose. Como yo.

Decido tomar una de ellas y mi mano se desfigura al contacto más inmediato. Retorciéndose, mutando; aflorando desde mis uñas, maravillosas y diminutas gemas parlanchinas de colores irreales. Me enceguecen, no permiten que escuche mi propia voz, pues no soy quien creen que soy… hace tiempo que dejé de serlo y eso, parece, nadie lo sabe. Ocupando mi otra mano –la que me queda, humana- correteo los diamantes, zafiros, esmeraldas y carbones lumínicos que se ríen de mí con grosería. Apenas se ponen serios cuando logro atisbar entre el barullo y las piruetas una leve imagen. O una representación suspendida en el tiempo y el espacio: soy yo antes de tener mis alas. Cuando me deslumbraba por otras luces, más inocuas y sin embargo tóxicas… bajo ese cartel que pretendía ser de neón, te conocí. Te amé. Y te engañé. Al frente había más letreros, guaridas para la creación, para el despiste. Unos cuantos pasos a la izquierda, estaba el lugar de evasión por excelencia. Hasta allá llegaste. Buscándote hasta que me viste cruzar la calle. Momento sublime… pero al final todo eso fue mentira. Lo leí en un libro. En esa historia no quedaron más que antros, sólo antros…

Un dolor punzante avisa que rompiendo la carne se acerca mi culpa. Lo noto porque me salen escamas pútridas en ambos pies. Primero lánguidas, luego filosas como el rencor. Cada una en memoria de esas abyectas acciones que cometí. Para no olvidarlas, vienen marcadas a fuego con etiquetas describiendo el hecho doloroso. Extrañamente, me río. La carcajada retumba en el oído, adquiriendo forma corpórea para danzarme hasta llegar a mi cabeza y masajearme el cabello con una gracilidad que no puedo dejar de destacar, pues he perdido paulatinamente la audición, desde hace un par de años…

Y desde mi tórax emerge un monstruo que no acepta tal desacato… ¿dónde se ha visto que mi risa baile en un acto privado, íntimo?, con ojos plagados de varas y sangre y lágrimas fosforescentes chorreando por todas partes. Grito y pido perdón, sin embargo todo se extingue cuando me engulle cubriéndolo todo con velos carnosos, semitransparentes.

Pasa el tiempo. Recogido, tirado en el suelo. En mi soledad, acotada humanidad, una saeta abre el suelo. De su extremo algo así como unos dedos me hacen señas para que me acerque. Vienen a salvarme. Y es ahí cuando aprovecho el momento para flotar con lo poco que me queda de corporalidad, atravesando el umbral…

Ahí está. Otra vez. Mi abismo. Lo extrañé en demasía. Me persiguen y no hay terreno que pisar. Hora de ejecutar el plan de emergencia: abro mi boca para que salgan llamas que todo lo consumen, rodeándome protegido, destruyendo en la agonía y el retorcimiento gemas, saetas, alas, monstruos, risas y púas. Inhalo profundo todo el humo que emana. Permanecen dos líneas señalando el camino recto. Ahora no tengo miedo, duda, o cualquier anclaje con lo que fue mi vida.

Avanzo. Me elevo. Desciendo. Queda poca cosa en mi intelecto. Sólo una última visión y un último recuerdo. Abajo entre los adoquines y trozos de cornisa, yace mi cuerpo como lo conocí siempre rodeado de mis amigos, compañeros, sin entender la escena. No saben si estoy borracho, drogado o muerto... lo que es yo… lo último que recuerdo… es una calidez indescriptible… lo más parecido al amor… en la palma de mi mano… rozando sus dedos… y haber estado carreteando en Val… Valparaís…


(texto: Sebastián Castillo)

0 comentarios:

Publicar un comentario